Copyrights @ Journal 2014 - Designed By Templateism - SEO Plugin by MyBloggerLab

, ,

La histeria, una patología que no distingue género

Share


Por Eduardo Pérez Gutiérrez. Cuando se oye la palabra “histeria”, gran parte de las miradas apuntan hacia la primera mujer cercana, las supuestas “histéricas.” Pero no es un término ligado a la femineidad porque el hombre moderno también lo es y con mayor frecuencia. Son príncipes azules efímeros con un vacío existencial.


Un chico B le insistió durante un año para que salieran a C. Para C, B era lindo, simpático y muy romántico. Cuando finalmente la conquista, todo iba bien, pero a las pocas semanas, B no la llamó ni le escribió más, no la borró de las redes sociales, pero la ignoró. Con el tiempo incurrió nuevamente en seducir a C y lo mismo pasó. Esta situación es la del típico ‘Don Juan’, un histérico seductor que enamora y huye.

En el siglo XX, Sigmund Freud identificó este problema como -histeria masculina-  y señaló que no es meramente femenino, sino que el hombre también puede manifestar síntomas histéricos. La histeria no tiene sexo, es una incapacidad de la persona de concretar una relación, se instalan en una etapa previa donde el juego y la seducción es un placer del que no quieren o no pueden salir. La corriente psicoanalítica lo define como un trastorno de la etapa edípica.

Las características más resonantes de los histéricos es que se acercan a ellas, demuestran un “supuesto” interés, pero no concretan la relación, es decir se quedan a mitad de camino.  Es importante destacar que afecta tanto al comenzar una relación como en una por consolidarse. Gozan de esta situación, les gusta generar expectativas, que estén pendientes de ellos, juegan con el tiempo y la atención de su pareja.

“El hombre histérico goza seduciendo a las mujeres, pero cuando hay riesgo de compromiso se borra. Al principio es un hombre fogoso, pero con el tiempo se apaga, se reprime y huye del compromiso. Esto daña la autoestima femenina,” detalló así una publicación de la Asociación Psicoanalítica Argentina.

El histérico debe contar con cierta belleza, pero lo más efectivo es su elocuencia. Con esa característica crean una fantasía en la etapa de cortejo, una “telaraña” para atrapar a las mujeres, pero ésto no es culpa del hombre ni de la mujer, sino que es un problema cultural: las mujeres son la emoción, la ternura y la expresividad. En cambio, la concepción de hombre es todo lo contrario, aprenden desde chicos que no se puede ser tierno y fuerte a la vez, crecen reprimiendo emociones por miedo a que los consideren débiles o poco masculinos.

Además, los estándares de hombre y mujer ideal que venden las publicidades alimentan la inseguridad y al momento de establecer una relación esa imagen artificial de: “te seduje”, “te interesé”, “sos mía” se cae en pedazos y comienzan los vaivenes.

Para Juan Manuel Prat, psicólogo, se trata de una dimensión histérica producto de los cánones en ésta era. Explicó: “Hoy el emblema social no es ser, sino parecer, esto en la relación con el otro no se puede sostener y cuando la persona se involucra sentimentalmente surgen rispideces que no dan constancia ni coherencia a las actitudes.”

De histeria masculina se habla muy poco pero el número de casos es abundante, basta con oír las situaciones del entorno femenino para entender el sufrimiento, la dependencia que generan éstos hombres y que provocan daños en la autoestima como también manipulación. Hay situaciones en que las parejas entran en un estado de desesperación y el histérico reacciona, en el extremo de los casos, con violencia de género.

Por último, las redes sociales son su plataforma perfecta porque favorecen la imagen superficial de manera que seleccionando qué mostrar y qué no a través de un perfil en internet destacaran la imagen de “hombre ideal,” con plata, auto y facha, pero cuando atraviesan esa imagen solo encontraran un vacío existencial.